lunes, 23 de febrero de 2015

Viggo Mortensen


En marco del ciclo Solos, donde artísticamente hablando los artistas abren y comparten su espacio intimo para recitar e interpretar delante del público, hoy se ha realizado en el teatro Romea la obra Canciones de invierno, protagonizada por el pianista Rafel Plana y Viggo Mortensen.


En la entrada han estado expuestos para su venta los discos y libros del actor, que también se pueden adquirir en la librería de la filmoteca, y cuyos beneficios irán destinados al centro de música y escena Xamfrà, para la inclusión social en el barrio de Raval. Él mismo lo ha anunciado en la obra, recordando que todas las ganancias van íntegramente derivadas a dicha institución; él no se lleva un mango.


El escenario del teatro se ha caracterizado por su sencillez, donde una luna que iluminaba según su ciclo suponía la única fuente de luz; apenas unas piedras y un poco de agua, simulando una montaña, han conformado el atrezzo. Como elemento principal y protagonista el piano.


Viggo ha hecho acto de aparición a través del pasillo de butacas, y se ha comportado como si estuviera solo, moviéndose libremente por el escenario y comprobando su entorno; se ha servido un vaso de vino mientras curioseaba el piano tocando alguna nota. Instantes después ha entrado en escena Rafel, con una actitud parecida siguiendo sus pasos; la complicidad entre ambos ha sido notable al instante.


Unas hojas acompañan al intérprete, quien se ha sentado sobre una piedra para dar paso a recitar sus poemas; ha empezado hablando acerca de los paradigmas de un hombre libre, no obstante parte de la selección se halla en su libro Canciones de invierno, que da nombre a la obra. También tiene su espacio poesía de otros autores predilectos del artista, como Izet Sarajlić o Sin llaves y a oscuras de Fabián Casas, donde se reflexiona encima del escenario después de su lectura, sobre si el mismo trata de la muerte como una transición y estado temporal.


Ha proseguido con otro escrito en el que habla acerca de la infancia, con el que intentó hacer un ejercicio de memoria sobre cómo veía el mundo desde su más temprana visión, y plasmarlo con la pluma en el papel. La velada ha continuado con títulos como Primera sesión, en relación a su carrera como actor, y diversos de temática tal como el transcurso de la vida, destacando la percepción y actitud ante la misma y su desenlace.


A pesar de ser toda la función en castellano, con su característico acento argentino, se ha aventurado a leer en perfecto catalán Elogio de la discreción de Anna Rossell. Ha recordado la primera vez que pisó el país en 1995, donde rodó en Barcelona junto a Ángela Molina la película Gimlet, dirigida por José Luis Acosta. Por aquel entonces escribió el poema Otoño catalán, título original como pocos, ha comentado satíricamente.


Viggo ha expuesto sus inquietudes, y confiesa que para él no dista mucho componer que escribir, las formas de expresar el arte toman diferentes caminos pero todas tienen su origen en común. Un sentimiento le conduce a otro, y así, mientras escribe puede sentir una melodía.


Rafel Plana ha acompañado al orador constantemente, conformando el fondo sonoro para la contienda propuesta, y ganando presencia cuando se ha cantado, tanto en castellano como en inglés. Como pianista, se ha atrevido incluso con alguna pieza específicamente difícil, precisamente al haberse hecho una analogía respecto a la compleja tarea de crear en cualquier materia; es el caso del compositor Aleksandr Skriabin con su Opus 6, cuya pieza ha interpretado.


Aproximadamente a mitad de la obra, ha reinado el silencio por un instante y el maestro de ceremonias ha espetado Descanso; el público ha roto en aplausos y Viggo se ha apresurado a especificar que no es que se produjera tal pausa, sino que el poema se titulaba así. Ha aprovechado, dado el ambiente creado, para comentar que resulta extraño que haya hablado acerca de todo menos futbol, si bien es sabida su pasión por el equipo de San Lorenzo.


Ha habido tiempo para otro de los poemas escogidos, The wolf, que ha sido recitado tanto en inglés como en castellano, aunque como él mismo indica no le agradan en demasía las traducciones, al perderse parte de la esencia y verse traicionado por las mismas. Es una ardua tarea interpretar conceptos, y cabe la posibilidad que no queden tan matizados como en su inicio.


Viggo ha finalizado la obra cantando de nuevo uno de los temas interpretados en inglés, no sin antes aprovechar para leer un extenso poema reservado en la recámara. Una hora de duración se ha tomado el tiempo en escena, más que suficiente para la idea y conceptos propuestos, donde la cercanía y la familiaridad se han apoderado de la situación.


En 1990 protagonizó la tercera parte de La matanza de Texas, saga que a pesar de su descendiente calidad, contó con la presencia de actores como Dennis Hopper y Matthew McConauguey. También apareció en dos remakes de Alfred Hitchcock: Psycho y Un crimen perfecto. Ridley Scott lo dirigió en La teniente O'Neil y David Cronenberg en Una historia de violencia, adaptación de la novela gráfica de John Wagner, editada por Vertigo de DC cómics. Uno de los últimos papeles más intensos que ha protagonizado ha sido en The road (la carretera).


No obstante, su papel más conocido es de la mano de Peter Jackson por Aragorn, en la trilogía de El señor de los anillos: La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del rey. Hijo de Arathorn, descendiente de Isildur y heredero al trono de Gondor, es un personaje que evoluciona considerablemente desde su presentación como Montaraz, hasta que se produce su retorno como rey de la Tierra media.


En 2011 realizó la obra Purgatorio en Madrid, y hoy ha vuelto excepcionalmente en una velada única y exclusiva, donde apenas se ha denotado promoción. No todos los días se tiene el placer de ver en un teatro de Barcelona un actor internacional de la talla de Viggo Mortensen.


Un teatro para atraerlos a todos.

jueves, 19 de febrero de 2015

Hijos de la selva


Hoy ha tenido lugar la presentación del libro Hijos de la selva en el Museu blau de Barcelona, sede central del museo de ciencias naturales. Editado por Viggo Mortensen, la publicación supone una labor de rescate y homenaje al trabajo del etnólogo alemán Max Schmidt. Dicha reproducción del material, no habría sido posible sin la labor de los antropólogos argentinos Federico Bossert y Diego Villar, quienes se han encargado de mostrar fielmente la visión del proyecto de toda una vida.


Anna Omedes, directora del museo, ha presentado a los invitados junto a Jordi Serrallonga, con quien comparte lugar de trabajo. En función de asesor, Jordi ha hecho los honores introduciendo la ponencia; en su condición de arqueólogo, ha destacado la tarea de hallazgo y preservación de un reportaje fotográfico de tal magnitud obtenido de la mano de Max Schmidt, quien no fue reconocido en concordancia con su dedicación. El desenlace de su exposición no ha tenido desperdicio, recordando la necesidad de realizar más trabajo de campo y menos estudio de biblioteca, tal y como sucede en una de las escenas iniciales de Indiana Jones: el reino de la calavera de cristal.


A Viggo Mortensen le apasionan los libros y posee su propia editorial, Perceval press, creada en 2002 y responsable de editar Hijos de la selva. Fotógrafo, escritor, pintor… como ha confesado él mismo, el factor riesgo apenas le preocupa, la vida es corta. No se ha reparado en gastos, la publicación denota cuidado en su calidad y elección de formato, reproduciendo digitalmente en la máxima resolución posible el material del malogrado Max Schmidt, quien murió de lepra el año 1950 en Asunción, Paraguay.


El trabajo de campo se concentra en las poblaciones indígenas del Chaco paraguayo y el Mato Grosso brasileño. El actor americano pudo acceder a dicho material en el museo etnográfico Andrés Barbero de Asunción; a pesar que gran parte del mismo fue quemado y desechado debido al miedo de contagio de lepra, llegando incluso en el último tramo de vida del propio Schmidt a servirle la comida con ayuda de un palo, fue emocionante abrir esas viejas cajas para obtener los originales de las expediciones.


Como él mismo ha comentado, fue una ardua tarea transportar las láminas; a modo de ejemplo, en el avión las llevaba consigo en el asiento, protegiéndolas por miedo a que se malograran. Su expresión lo ha dicho todo cuando se ha expuesto la gran pérdida, tanto a nivel científico como artístico, por culpa de la ignorancia y el miedo hacia la enfermedad de Schmidt. De nuevo es destacable la labor de documentación y rescate a la que ha sido sometido dicho legado.


A pesar de su poca repercusión y trascendencia en el mundo de la antropología, el trabajo de Max Schmidt fue pionero en muchos sentidos, y sus vivencias, sencillamente únicas. Se ha citado un pasaje del libro, en el cual se describía a los indios nativos no solo como iguales sino como seres superiores; su ventaja física respecto a los europeos le despertaba envidia, debido a como se adentraban selva adentro totalmente desnudos y descalzos. Contrariamente, dicha acción habría tenido consecuencias para cualquier hombre occidental a pesar de ir bien equipado, habiendo dificultado el camino cualquier incomodidad o salvedad.


En su soledad, fue considerado uno más, y encontró así la paz y felicidad en estos páramos perdidos. No fue un estado fácil de alcanzar, habiendo corrido peligro en diversas ocasiones, e incluso prácticamente perdido la vida; a pesar de ello, sus últimas expediciones apenas contaban con equipamiento y comodidades, y las pocas pertenencias que traía consigo le fueron arrebatadas. Ha sido cómico escuchar cómo se relataba que mientras los aldeanos intentaban tranquilizar a Max, haciéndole ver que sus efectos personales estaban seguros, este les veía a su alrededor caminar con sus posesiones. Quizás el hecho de eliminar tales comodidades le ayudó accidentalmente, aunque fuera en una pequeña porción, a vivir una estancia sencilla.


No se puede decir que gozara precisamente de suerte, a juzgar por los accidentes que sufría constantemente, pero consiguió mezclarse con el entorno. Aparece en algunas de sus propias fotografías, y aunque no conforme exactamente la imagen de un gran explorador, puede que precisamente dicha condición se conformara como su gran virtud, necesaria para no juzgar lo que se le exponía ante sus ojos. Solía tocar el violín, ganándose así la atención y admiración de los indígenas.


En sus fotografías, se aprecia un sentimiento de correspondencia en los ojos, con la naturalidad y sencillez de quien posa. La instantánea elegida para la portada del libro, muestra un hombre que lo perdió todo; sin embargo, su serenidad, entereza y altivez, no parecen dignas de tales circunstancias. Es el resultado de tal complaciente modo de vida, donde el hombre occidental está en clara desventaja; para su fácil constatación, simplemente es necesario comprobar la constitución física de los hombres de avanzada edad.


No fue un hombre de privilegios, y a juzgar por la época que vivió y su marcha de Alemania poco antes del ascenso de Hitler, no es difícil imaginar la compleja tesitura en la que se hallaba ante sus verdaderos intereses. Aún así, fue de los primeros en adentrarse en tales zonas, incluso llegando a explorar el territorio donde se perdió Percy Fawcett, cuya aventura inspiró a Arthur Conan Doyle en la escritura del libro El mundo perdido.


En su certificado de defunción consta como odontólogo, suponiendo el último lamentable traspié en su carrera, como ironía final de la falta de crédito y respeto hacia su vida. El trabajo de documentación y rescate de material para este libro ha sido crucial para rendirle el debido homenaje que se merece. Desgraciadamente, son demasiadas las ocasiones en que la cultura se pierde en el tiempo si unos pocos no actúan para preservarla.


Al rescate de la ciencia y el arte.